Medita En Esto

Tres veces al día Daniel se encontraba orando delante de Dios.  Sus enemigos queriendo buscar hacerle mal, convencieron al Rey de pasar un edicto que cualquier hombre que adorare a otro dios u hombre fuera del Rey, sería lanzado al foso de los leones.  El Rey, llevado por su ego, firmó el edicto que entraría en efecto por un espacio de treinta días.  La Biblia dice que se juntaron aquellos hombres para buscar a Daniel donde sabían que lo encontrarían, “…orando y rogando en presencia de su Dios”.  Aunque el Rey apreciaba a Daniel, al presentarse los hombres con las evidencias de que Daniel había quebrantado el edicto, no le quedó más que lanzar a Daniel en el foso de los leones.  ¿Cuántas veces no hemos nosotros tenido que enfrentar el foso de los leones?  Parece ser que aunque estamos buscando de Dios y rogando ante Su presencia, los leones se aparecen.  Lo que a veces no entendemos, es que Jesús nunca dijo que cada vez nos libraríamos del foso de los leones.  Incluso, Jesús dijo que en el mundo tendríamos aflicciones.  Daniel fue lanzado al foso de los leones y la Biblia dice que muy de mañana el Rey se levantó y se acercó al foso de los leones a llamar a Daniel.  Daniel le responde diciendo: “Oh rey… Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño…”  Tu vez, aunque Dios no nos prometió librarnos del foso de los leones, si nos prometió que al estar en el foso, ¡los leones no nos pueden dañar!  Estoy seguro que los leones miraban a Daniel con ojos de hambre, ¡pero no le podían hacer daño!  No importa cuántos leones te rodeen en el foso en que te encuentras, ten la plena seguridad de que Dios ha enviado a Su ángel para que les cierre la boca.  El fin de esta historia es que el Rey le da la gloria y honra al Dios de Daniel por haberle salvado de los leones.  La próxima vez que te enfrentes al foso de los leones, míralo por lo que es: una oportunidad para que Dios cierre la boca de los leones y se glorifique.  Medita en esto…


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